Garúa guiada por el viento, caminera y cernida
enjuaga surcos de bajada por entre cerros amigos
cerros admirados con nombre propio e historia,
esculpidos por orografía arrogante y ruda.
Garúa y cerros: diálogo de siempre, frente
al sol opaco y huidizo que apenas araña nubes.
Casa de dos frentes en la dicha de una peña
arrimada por los chicotazos de la carretera.
Cocina llena de vajillas y plásticos vivientes
deja escapar un escupitajo de humo y olores
de leñas pintadas de aroma y calor y fuerza.
Pasa la garúa escuchando los cánticos de las
ramas, los estremecimientos de las hojas
y las yerbas cruzan sus dedos en plegaria
y se bañan de alegría por el regalo húmedo.
El aliso enredado en colores sonríe fresco.
Silencio hurtado a mis miradas viajeras
arde en estridencias de noche oscura,
cuando el viento agita sus harapos gigantes
y las tejas ebrias de viento y frío enchichado
vuelan cerca a sembrar horrores en la finca.
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