miércoles, 18 de abril de 2012

Finca al borde agosto


Garúa guiada por el viento, caminera y cernida

enjuaga surcos de bajada por entre cerros amigos

cerros admirados con nombre propio e historia,

esculpidos por orografía arrogante y ruda.

Garúa y cerros: diálogo de siempre, frente

al sol opaco y huidizo que apenas araña nubes.

   Casa de dos frentes en la dicha de una peña

   arrimada por los chicotazos de la carretera.

   Cocina llena de vajillas y plásticos vivientes

   deja escapar un escupitajo de humo y olores

   de leñas pintadas de aroma y calor y fuerza.

Pasa la garúa escuchando los cánticos de las

ramas, los estremecimientos de las hojas

y las yerbas cruzan sus dedos en plegaria

y se bañan de alegría por el regalo húmedo.

El aliso enredado en colores sonríe fresco.

   Silencio hurtado a mis miradas viajeras

  arde en estridencias de noche oscura,

  cuando el viento agita sus harapos gigantes

 y las tejas ebrias de viento y frío enchichado

vuelan cerca a sembrar horrores en la finca.

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